Quiero dejar de oír el goteo de la cisterna, el ruido de los coches, de la gente alegre en la calle. Quiero dejar de oír esa estúpida melodía que no hace nada más que machacarme. Una y otra vez. Quiero dejar de oír tu voz.
Tu voz… La voz que me prometió que siempre me querría, esa que me daría un mundo nuevo, lleno de alegrías. La que en las noches me mecía diciéndome que me quería y la que me dormía en la senda perfecta. La voz que un día me prometió amor eterno pedirme la mano. Tu voz que me hacía soñar que existía un mundo perfecto en el que sólo existíamos tú y yo.
Tu voz… La que me mintió una vez. La que me volvió a mentir otra vez más después. Esa que pasó de mecerme a agitarme, zarandeándome, en un mundo de sombras. La voz que, cuando me prometió amor eterno, se olvidó de que existía una excepción…
Hoy deseo dormirme sin el arrullo de tu voz. Ya no quiero que seas mi manta. He caído y no vivo tranquila. Me faltas tú y me siento frágil. Me has hecho frágil. Y ya no me sirve de nada un perdón.
Hoy deseo dormirme para siempre. Dejar de sentir tu voz y tus mentiras, para que desaparezca el dolor. Mis músculos se entumecen poco a poco, pero no me entero. No duele. Mi mente suelta sus últimos hilos que me unen a ti… Mi mente suelta sus últimos hilos, que me atan a la vida y así, morir…
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