Zahara se revolvió entre las sábanas, desarropándose. Mario la miraba dormir. Tenía una sonrisa pintada en la cara y se preguntó si sería por él. No pudo evitar, entonces, pensar en qué estaría soñando su pequeña Zahara para tener esa sonrisa placentera en la cara. La acarició y Zahara abrió lentamente sus grandes ojos marrones.
- Buenos días - le susurró.
Y se dio cuenta de que era el mejor principio de todos los días hasta la fecha.
- Vaya, si parece un sueño despertarme contigo... - le contestó su pequeña.
Una risa fue su contestación. Qué bien sentaba despertarse con una sonrisa.
- Es fácil despertarse así contigo todos los días, ¿eh? Me vas a mal acostumbrar...
-Todo sea por hacerte sonreír otra vez.
Y Mario la besó, apasionadamente. Con ganas e intensidad. La piel de Zahara se erizó bajo una caricia de Mario. Su pequeña, como le gustaba pensar, ahora mismo no tenía atisbo alguno de inocencia. Y al fin salía la mujer que tanto le atraía en esa inocencia no fingida. Se deshizo de las sábanas y mojó las ganas de Mario en un buen café mañanero... Pero eso es algo que se quedará para otra vez.
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