Con el tiempo todo va cambiando. Cambian las personas que nos rodean, las situaciones y, sobre todo, cambiamos nosotros.
Y con los cambios llegan actitudes que para unos son buenas pero para otros no. Llega el momento de decir que no te importa nada. Si quieren hacerte mala, eres mala. No vas a luchar por el qué dirán o el qué creerán. Todo eso llega un momento que deja de importar. Deja de importar si eres más o menos o si la gente quiere pensar esto o lo otro sobre ti.
Te importa sólo si tú eres tú y te sientes a gusto contigo mismo, si eres lo que quieres ser o si eres feliz. Te importa no tener más problemas de los necesarios y te cansas de ceder o de luchar, así que asumes que es mejor dejarse llevar por la corriente y sólo te importa cómo será ese viaje, si será más o menos duro que luchar.
Y llorarás de rabia pero no de dolor, porque no te importará sufrir por las menudencias de la vida que, al fin y al cabo, son eso, menudencias. Reirás sin saber por qué y te volverás egoísta, pero… ¿qué importa serlo si no importa nada (y siento la redundancia…)? Sólo te importarás tú.
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