jueves, 29 de diciembre de 2011

Efeméride

Hoy me he dado cuenta de lo poco que es cada ser humano que puebla esto que la gente llama mundo.

¿Qué somos? Bien podríamos decir que materia, que estamos compuestos por, y viva la redundancia, compuestos orgánicos a partir de complicados sistemas biológicos y naturales. Hasta ahí, todo perfecto y demostrable. Pero mi pregunta va más allá de lo que realmente aparenta. Es decir, para algún filósofo que no voy a nombrar porque me llevo realmente mal con ellos y sin dar mucho el coñazo con el tema éramos almas que se reencarnarían en similares a la vida que habían llevado (cerdos, avispas, ratas, burros o no volver a reencarnarse incluso). Pero repito, esto va más allá.

¿Qué somos? ¿Qué queda de nosotros cuando no estamos? Si nos morimos, ¿qué queda? Una serie de ideas o pensamientos acerca de nosotros, recuerdos. Tal vez seamos sólo eso, recuerdos.  

Porque te mueres y tu cuerpo se ha ido en lo que efímeramente serían una media de ochenta años pero si con un poco de suerte has hecho algo importante en esta vida, perdurarás para siempre. Ahí tenemos a los grandes dictadores de la historia, a los grandes pintores, músicos, escritores… Han sobrevivido de alguna manera al paso del tiempo, pues.

Entonces lo que nos hace ser más o menos recordables son nuestros actos y a la gente a la que conseguimos llegar con ellos para permanecer en la historia.

Ahora seamos realistas y pensemos cuántos de nosotros llegaremos algún día a marcar otro hito en la historia. Todo está hecho, inventado, dicho, escrito o pensado. Así es imposible llegar a no morir. Así podemos acabar la conclusión con  un: no somos nadie porque la última persona que nos recuerde, cuando muera, nos llevará consigo misma a la tumba. Para siempre, a descansar en paz. Sólo nos puede salvar del olvido y de la efemeridad una acción que marce a la gente y se nos lleve al Olimpo de los grandes. A la historia. 

Así, acabando la reflexión, no somos más que un conjunto de acciones que de una manera u otra nos harán perdurar más o menos en el tiempo sin tener en cuenta lo que somos físicamente. No somos más que lo que hacemos a lo largo de nuestra vida

miércoles, 21 de diciembre de 2011

Los niños del Barrio Rojo

Se acercan las navidades y en las clases ya no se hace nada. Ayer nos pusieron una película documental que, para ser sinceros, me hizo reflexionar sobre muchas cosas. Ese documental se llama, por si queréis verlo, Los niños del Barrio Rojo.

Los niños nacen y crecen en burdeles de Calcuta. Sólo por ello se les impide ir a buenos colegios o salir de allí. Están marcados por un destino que tal vez no puedan cambiar nunca. Que cuesta. Sus madres son prostitutas, sus padres ladrones o narcos.

Cuando son mayores se convierten en lo que no quieren ser. Y, si no lo quieren ser, ¿por qué roban, trafican...? Porque no han visto otra cosa que no hayan sido maldades. 

Y es entonces cuando entra en acción a la que ellos llaman Tía Zana. Se implica con ellos hasta el punto de buscarles colegios internos para desatarlos del barrio, para romper todo contacto con el mal ambiente y que tengan una posibilidad de vivir bien. Y honradamente. 

Todo eso lo hace a través de la fotografía, que luego subasta. El dinero ganado va íntegramente a esos niños. Para que salgan de allí.

Pero los problemas los tenemos nosotros, ¿no? Que tenemos todo. Que no tenemos madres prostitutas obligadas (a las niñas de la película las obligan a prostituirse), no tenemos tantos problemas. O tan graves. Pero miramos nuestros ombligos y decimos ¡Cuántos problemas!... Veámos el documental y reflexionemos sobre los verdaderos problemas.

Os presento a los niños y a una fotografía de uno de ellos. En serio, vean el documental, vale la pena...

miércoles, 14 de diciembre de 2011

Con el tiempo

Con el tiempo todo va cambiando. Cambian las personas que nos rodean, las situaciones y, sobre todo, cambiamos nosotros. 

Y con los cambios llegan actitudes que para unos son buenas pero para otros no. Llega el momento de decir que no te importa nada. Si quieren hacerte mala, eres mala. No vas a luchar por el qué dirán o el qué creerán. Todo eso llega un momento que deja de importar. Deja de importar si eres más o menos o si la gente quiere pensar esto o lo otro sobre ti.

Te importa sólo si tú eres tú y te sientes a gusto contigo mismo, si eres lo que quieres ser o si eres feliz. Te importa no tener más problemas de los necesarios y te cansas de ceder o de luchar, así que asumes que es mejor dejarse llevar por la corriente y sólo te importa cómo será ese viaje, si será más o menos duro que luchar.

Y llorarás de rabia pero no de dolor, porque no te importará sufrir por las menudencias de la vida que, al fin y al cabo, son eso, menudencias. Reirás sin saber por qué y te volverás egoísta, pero… ¿qué importa serlo si no importa nada (y siento la redundancia…)? Sólo te importarás tú. 

viernes, 9 de diciembre de 2011

Si de ti dependiesen los días...

Zahara se revolvió entre las sábanas, desarropándose. Mario la miraba dormir. Tenía una sonrisa pintada en la cara y se preguntó si sería por él. No pudo evitar, entonces, pensar en qué estaría soñando su pequeña Zahara para tener esa sonrisa placentera en la cara. La acarició y Zahara abrió lentamente sus grandes ojos marrones.

 - Buenos días - le susurró.

Y se dio cuenta de que era el mejor principio de todos los días hasta la fecha.

- Vaya, si parece un sueño despertarme contigo... - le contestó su pequeña.

Una risa fue su contestación. Qué bien sentaba despertarse con una sonrisa.

- Es fácil despertarse así contigo todos los días, ¿eh? Me vas a mal acostumbrar...

-Todo sea por hacerte sonreír otra vez.

Y Mario la besó, apasionadamente. Con ganas e intensidad. La piel de Zahara se erizó bajo una caricia de Mario. Su pequeña, como le gustaba pensar, ahora mismo no tenía atisbo alguno de inocencia. Y al fin salía la mujer que tanto le atraía en esa inocencia no fingida. Se deshizo de las sábanas y mojó las ganas de Mario en un buen café mañanero... Pero eso es algo que se quedará para otra vez.

miércoles, 7 de diciembre de 2011

Feliz Falsedad

Ya se acerca la etapa de los buenos deseos, donde por fin los niños pobres consiguen algo de dinero para comer y sobrevivir. Porque si la Navidad me enseña algo es que las personas del Tercer Mundo sólo tienen necesidades en diciembre. Y es cuando las malas acciones borran lo demás. Se dona dinero, se hacen buenas obras, se sonríe y se paran casi hasta las guerras.

Es todo muy interesante. Pero si puede hacerse ahora, ¿por qué no durante el resto del año? ¿Qué nos impide ser mejores personas?

De todas formas es época de echar de menos a los que no podrán estar, de ser falsos y de gastar. Sobre todo de gastar. Porque Papá Noel gasta mucho dinero en todos los niños. Bueno, también de ser falsos. Sobre todo también de ser falsos. Y os lo he dicho, no sólo ahora debemos hacer por los demás, eso se hace todo el año. De qué me sirve hacerlo ahora... A mí eso no me alivia las penas. No se curan con una donación.

Pero entre dimes y diretes de circo, yo ya tengo mi arbolito plantado en la entrada a casa, la decoración a punto y sólo pienso en un regalo que espero me concedan pronto los Reyes o Papá Noel: un viaje con mi chico... Así que Feliz Navidad y a ser como somos todo el año.