jueves, 27 de octubre de 2011

El amor no muere

¿Cómo dejar de querer a alguien? ¿Se puede superar el dolor? ¿Algún día se olvida completamente a una persona? Sinceramente, creo que no. Sólo aprendes que algún día conociste a alguien y le diste todo lo que tenías pero probablemente se acabó lo que teníais que daros, que todo debe cambiar de rumbo y que nada puede seguir igual. Simplemente aprendes que, aunque puedas querer a esa persona, debes vivir sin ella. Y si pienso que en algún libro leí que sólo nos pertenece de la gente lo que sienten por nosotros y de alguna canción saqué la afirmación de ningún amor muere, sólo cambia de lugar en la memoria debo decir que empiezo a creer, cada vez con más fuerza, que es verdad que no se olvida a alguien a quien quisiste, que sólo aprendes a vivir sin esa persona.

Y no es un camino fácil o difícil, largo o corto. Todo depende de nosotros. Habrá gente que tarde años en aprender a vivir sin alguien, otros que nunca lo hagan. Es un camino que debemos recorrer con el paso de los años y que puede que no terminemos.

Pero ¿entonces puedes querer a otra persona? Sí. Sí si pensamos que sólo nos corresponden y correspondemos con sentimientos. ¿Dónde está el límite de un sentimiento y de otro? ¿Cuánto podemos llegar a sentir? ¿Cómo argumentar que podemos querer a dos personas? O a todas las que pasen por nuestra vida. ¿Es realista pensar que querremos a tantas personas como relaciones tengamos? Yo esa respuesta no la tengo. Será sólo mi opinión (que no escribo para darla…) lo que tenga mientras llega esa respuesta. 

martes, 11 de octubre de 2011

Música

J.J era un muchacho de diecinueve años, no muy alto pero de espalda ancha y de mirada verde profunda con el pelo negro y rizado. Yo le veía desde la calle sin atreverme a acercarme demasiado. Hacía calor y, desde mi posición a oscuras, aprecié que estaba sin camiseta, sentado en la cama sosteniendo una guitarra. Se oía por la toda la calle una de esas canciones que tanto le gustaba tocar. Eran esas canciones con las que yo soñaba mientras hablábamos por teléfono o cuando salíamos a dar una vuelta y lo acompañaba su guitarra (nada raro, lo tengo que decir). Una punzada de dolor me recorrió entera. Hacía mucho tiempo que no lo escuchaba tocar así. Lo conocía y sabía que sólo lo hacía cuando había alguna chica de por medio. ‘’Tal vez… Tal vez haya otra’’, pensé abatida. Agité la cabeza para espantar esa idea mientras me daba media vuelta para irme, pero J.J me vio en mi retirada y me llamó:

- ¡Eh! Hola, Bea. Ven, pasa. – me dijo alegremente - ¿Qué tal estás?


- B…Bien. ¿Y tú? – tartamudeé yo.


¿Cómo quería que estuviera? Me había dado un gran beso en la mejilla y me llevaba abrazada. Estaba sin camiseta junto a mí, podía notar el calor de su cuerpo a través de mi fina camiseta de algodón y me erizaba la piel. Estaba agitada y no sabía cómo no lo notaba.


- Pasa a mi habitación que yo voy a la cocina a por algo de beber. ¿Qué quieres?


- Agua o limón, por fa.


- ¡Bah! Sosa.


- Oye, ¿y tus padres? – le pregunté.


- No sé. Se fueron esta mañana  y me dijeron que no iban a aparecer en algunos días, que tuviera cuidado. – le oí decir desde dentro de la nevera - Ufff, que fresquito ahí dentro. Estoy por quedarme aquí. ¿Te importaría? – me preguntó en tono burlón cuando llegó a la habitación.


- No seas idiota – protesté. Él, se echó a reír y yo, con él.


Su habitación era simple, no tenía muchos muebles. La cama, un armario y una simple mesa a modo de escritorio eran todo. Las paredes estaban cubiertas de posters y recuerdos de todos los sitios donde había estado: entradas de teatro y conciertos, fotografías de amigos…


-Vale, vale… Me quedaré pasando calor aquí contigo. – dijo haciéndose el molesto – Pero tienes  que escuchar mi nueva canción. – y sonrió como sólo él sabía hacerlo.


-Vaya… si tienes que hacerme pasar por eso, de acuerdo. Todo sea por vernos un rato… - dije yo, fingiendo que me costaba hacerlo.


Cogió la guitarra, se sentó en la cama y se colocó. Un acorde, un sonido. Otro acorde, otro sonido más. Y yo me dejaba envolver por la melodía y por una letra que prometía la luna y el sol. Cuando quise darme cuenta había acabado y yo luchaba por no dejar salir las lágrimas…


-¿Qué te ha parecido?


-Espectacular. – simplemente dije yo.


-Venga ya. No me tomes el pelo…


-No, en serio. Me ha parecido genial. – y me lancé de cabeza a lo que podría ser una piscina vacía – Debe estar contenta.


-¿Quién? – preguntó sorprendido.


-La chica. Tu chica. – maticé.


Sonó una gran carcajada.


-No hay ninguna chica.


-¿No escribes para nadie? – dije, ahora sorprendida yo.


-Sí. Pero no hay nadie.


-Seguro que si la cantas esto,…


-¿Qué?


-Sabrá qué sientes por ella.


-Ójala. Porque parece no entenderlo.


-¿Ya lo has hecho?


-Claro. Muchas veces…


-Pues debe ser idiota.


-Te aseguro que no.


Esa conversación me perturbó demasiado. Esa chica le había robado la razón de una manera que nunca le había visto. Estaba… Estaba celosa de nadie. La había defendido con tanta fuerza, con tantas ganas… Y yo las había perdido completamente.


-En fin,… - suspiré – Me tengo que ir. Ya te veré.


-Quédate un poco más. Que estaba aburrido…


-No puedo. Ya vendré cuando pueda.


No tenía ganas aunque quería quedarme. Y él pareció entenderlo porque me dijo:


-Está bien. Te llamo.


-Vale, sí… Llámame.


Nos dimos dos besos y volví a sentir su piel sobre mi camiseta y la piel volvió a erizárseme… 

domingo, 9 de octubre de 2011

Sentimientos Invernales

Será que tenemos el corazón congelado por lo que sólo nos vemos durante las frías mañanas de invierno. Y será que nos gusta tener las lágrimas de nuestro lado cuando en casi todas llueve.

Es sarcástico y casi doloroso saber que se acercan tres meses donde no te voy a ver más. Y se le unen todas aquellas mañanas calurosas ya perdidas, donde el sol brilla con fuerza y nosotros no hemos estado juntos en tu rincón, donde me gusta ocultarme sobre todo cuando me gusta mojar mis penas en tus alegrías para salir del pequeño hueco, pero mío, al fin y al cabo, con una sonrisa con la que desentonar del mundo.

Y es que el calor puede conseguir casi todo, hasta alegrar las mañanas madrugadoras, pero no puede con el glaciar que nació poco a poco entre tú y yo. Y no puede hacer que salgamos de nuestros mundos para estar en nuestro escondite.

Y el calor me va a impedir deshacerme poco a poco en tus brazos. No voy a tener quién me haga sentir que no se puede ser más feliz, ni tampoco que me derrito, de a poquito. Y no voy a tener quién me haga creer en más, ni desnudarme, aunque no quitarme la ropa. Sino de esas veces que te desnudas por dentro sin miedo a entregar lo que tienes a los demás. Y no voy a poder ser sólo yo, seré lo que el mundo quiere que sea. Tal vez una adolescente perfecta. O puede que este año decida desmelarme y convertirme en lo que quiero ser: un alma libre. Pero… No tendrá sentido. Porque seré lo que quiero, pero no te tendré a mi lado para que me veas en mi máxima expresión.

Y como el verano, esto se acaba. Por eso me despido de ti hasta la próxima mañana lluviosa, cuando las ganas de ti me desborden y las moje en tus sonrisas descafeinadas.