La seducción es un juego peligroso. Siempre hay alguien que juega y pierde. Las normas son sencillas pero difíciles de no infringir por alguna de las partes: el primero que se enamora, pierde.
Tal vez fuera por eso por lo que Mara y Alex se esforzaban por ganar. Ninguno quería enamorarse, y menos del otro. Pero seducirse era tan divertido... Sonrisas, miradas fugaces pero rompedoras, llamadas, palabras dichas a propósito... Y el que fuera algo secreto convertía el peligro en una diversión total.
Y si Mara veía a Alex con otra, jamás reconocía su dolor. Erguía la espalda y pasaba no poco coqueta y con todo su brillo, porque Mara era una mujer brillante, por delante de Alex. Y pobre de él, que se quedaba pasmado, mirándola pasar tan cerca y, en ese momento, tan lejos.
Pero ella tenía sus idas y venidas con otros, por eso Alex siempre estaba a la que saltaba. Si se enteraba de un posible rival, la adulaba más que nunca, sus palabras se hacían más dulces y golpeaban con más fuerza en la consciencia de Mara.
Eran el uno sin el otro, pero los dos juntos... Jugaban a un juego peligroso en el que ya habían perdido los dos... Mara tal vez se hubiera enamorado antes, pero su dulzura, su mirada tan brillante y su sonrisa se colaban en los sueños de Alex. Alex, por supuesto también se colaba en los sueños de ella. Y era dulce, amable, con sus besos que la dejaban en las nubes. Era suyo... Pero no querían ver que la seducción es un juego en el que saldrá siempre, siempre, un perdedor como mínimo...
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