Hay días que amanecen soleados y anochecen con tormentas. Y
por más veces que intentas que salga el sol, no sale. Ni que estuviese en tu poder
hacerle salir.
Y te acuestas y hay tormenta. Y entonces te acuerdas de cómo
hacer salir el sol hasta en las noches más oscuras cuando llevas muchas vueltas
sola en la cama. Sólo puedes coger los recuerdos, que calientan, y hacerlos
brillar junto a tu pena, por si la pueden secar.
Y a ti acuden sus labios calientes como el hierro y sus ojos
verdosos como los árboles que tienes frente a la ventana. Y te hacen sentir
como si nada hubiera pasado. Te alivia el alma y respiran los sentimientos. No
hay opresión en el pecho. Y te quedas
dormida. Como si nada hubiera pasado, con la sensación de que todo está bien. Mañana
será otro día y la realidad volverá a golpear, pero consigues descansar…