Tú duermes tranquilo. A mi lado. Mientras yo, lloro por dentro. Porque estoy hecha un lío. Porque no quiero lo que veo pero no veo otra solución.
Suerte tienes de poder dormir, eh?
A mí los problemas y mi conciencia no me dejan dormir más de cuatro o cinco horas diarias. Para mí, ya sabes, eso es poco.
Me levanto molida y el día es espeso.
Me cuesta pensar, razonar. Es más, ni pienso ni razono porque no puedo escuchar a nada que no sea el martilleo continuo de mis pensamientos. Ninguno positivo, para qué mentir.
Y yo no me reconozco en todo esto. Porque ni soy llorona (un poco, pero no de tristeza, como hoy. Como ayer. Como últimamente). Ni soy tan negativa. Ni tan poco habladora. Ni tan poco yo.
No lo sé. Si esto no pasa, tal vez nunca más yo sea yo. Sea alegre, inocente, pequeña y dulce. Puede que madure, que pierda todo lo que tenía que te gustaba. Puede que si esto no se soluciona,… yo me pierda y… te pierda a ti.
Te quiero. Lo sabes.